sábado, 6 de marzo de 2010

¿QUIÉN LE DIO A POLLY TANTO DINERO LA VÍSPERA DE SU MUERTE?



Una prostituta pobre y alcohólica




Mary Ann Nichols, conocida por todos como Polly, acababa de cumplir 43 años. Había estado casada y tenía 5 hijos pero, en 1880, un divorcio mal resuelto la dejó desamparada, teniendo que sacar adelante a sus hijos, con unos ingresos mínimos.


Tanta miseria le amargó la vida, refugiándose en el alcohol. Aquello la hundió mucho más de lo que ya estaba, y acabó abandonando a sus hijos, que tuvieron que ser recogidos en distintos lugares; los mayores en casa de varios familiares, y los más pequeños en el asilo.

En agosto de 1888 se hallaba más sola que nuncaviviendo en una habitación miserable,  cuyo alquiler apenas podía pagar, puesto que, para desesperación del dueño de la pensión, todo el dinero que ganaba se lo gastaba en las tabernas de Whitechapel.

Sin embargo, el 30 de agosto, Polly se paseó por todo el barrio presumiendo de tener una buena suma de dinero en el bolsillo, y de que aquella noche iba a ganar mucho más, sin dar demasiadas explicaciones sobre la procedencia de tal suma ¿Quién y por qué se lo dio?

Además de beber e invitar más que nunca, Mary Ann se compró un pequeño gorro de paja, último capricho de quien, sin saberlo, estaba condenada a morir horas más tarde.




viernes, 5 de marzo de 2010

EL ASESINATO DE MARY ANN


El pequeño charco de sangre



El 30 de agosto fue un día diferente en la vida de Mary Ann Nichols. Contra todo pronóstico, ella que nunca tenía un mal penique, se había pasado todo el día gastando dinero, y asegurando a sus amigas que pronto recibiría una cantidad mucho mayor. Bebió más que de costumbre, invitó como nunca, y salió hacia la 1,30 de la noche del pub. Más tarde fue vista  caminando por las calles de Whitechapel, y alrededor de las 3,40 de la mañana John Neil, el policía que hacía la ronda rutinaria en Buck´s Row, una de las calles más solitaria y oscuras del barrio, se tropezó con su cuerpo.


Neil tocó repetidamente el silbato, y pronto empezaron a aparecer por allí otros agentes, algunos empleados del matadero cercano, y diversos viandantes. Todos tenían algo en común: "ninguno de ellos había visto ni oído nada". 


El asesino la había estrangulado y, posteriormente, degollado. A continuación, había levantado  falda y enaguas, sin rasgarlas, haciendo varios cortes en su vientre, para acabar dando dos profundas puñaladas en la zona genital de su víctima, por lo que cuando la movieron, lo primero que notaron es que su ropa estaba empapada en sangre.


Todo parecía indicar que tales mutilaciones, sin causar destrozo alguno en la ropa de Mary Ann, tuvo que hacerlas el atacante, actuando cómodamente, con el cuerpo de la difunta boca arriba. Por el contrario, ésta yacía boca abajo, y sobre la acera apenas había un pequeño charco de sangre, nada que las empapadas ropas de Mary Ann no pudiera justificar.


Avisaron al doctor Ralph Llewellyn, y éste pidió que fuera llevada al depósito de cadáveres, para poder realizarle la autopsia. Una vez cumplido con este trámite, el jefe de la policía metropolitana ordenó a un vecino que arrojara un balde de agua, el cual bastó para borrar la mancha de sangre, que no guardaba proporción con los desgarros que la víctima había recibido, tanto en el cuello, como en el vientre.


¿Es creíble que un solo hombre llegara con Mary Ann, la estrangulara, degollara y apuñalara brutalmente su vientre, sin que nadie viera ni oyera nada? ¿Es razonable que el cuerpo apareciera boca abajo, que en el lugar no hubiera apenas sangre y que el culpable desapareciera, sin dejar la menor huella?

Las incoherencias no les pasaron desapercibidas a los periodistas del momento, y quedaron reflejadas en sus crónicas, pero no tuvieron el eco que les correspondía.
El 1 de septiembre, se celebró el juicio para determinar las causas y circunstancias de su muerte. Nadie había visto ni oído nada, salvo una vecina, Harriet Lilley, que aseguró haber oído un fuerte grito de mujer, que la despertó alrededor de las 3,30, casi la hora exacta en que el cuerpo fue hallado. Alarmada por el grito, despertó a su marido, aunque ninguno de los dos hizo nada.
¿Se entiende que el grito fuera tan fuerte que la despertara, aunque sólo a ella? John Neil no estaba demasiado lejos, pero él no escuchó grito alguno.


¿Se asustó tanto como para despertar a su marido, y luego ninguno de los se toma la molestia de mirar por la ventana, para ver qué ocurre? Sólo una cosa está clara, gracias al testimonio de Harriet Lilley la idea que en todos quedó es la de un atacante nocturno, y no la de un cuerpo transportado en coche cerrado, que se deposita rápidamente sobre el suelo, sin preocuparse demasiado de la postura en que se deja.

Con tan escasos elementos aclaratorios, el juez Wynne E. Baxter sólo pudo sentenciar: "fue asesinada por un desconocido, a las 3,30 de la madrugada, en Buck Row":