domingo, 21 de noviembre de 2010

LA PRIMERA VÍCTIMA DE JACK EL DESTRIPADOR

Mal camino para alcanzar la fama.



Mary Ann Nichols tuvo el "dudoso privilegio" de ser la primera víctima del más famoso asesino en serie de la historia. Otros fueron más sanguinarios, y con frecuencia mucho más prolíferos, pero ninguno logró la repercusión informativa y la popularidad del Destripador de Whitechapel.


¿Qué motivó tanto interés por sus crímenes? El eco de sus "hazañas" en parte se debe atribuir a la trascendencia que tenía cuanto ocurriera en Londres, capital del inmenso imperio británico, en ese momento. En parte a las sospechas que siempre hubo de la cercanía a la familia real del autor de tales atrocidades.

Sea cual sea la verdad, lo único completamente cierto es que varias mujeres se toparon con la muerte por las míseras calles de Whitechapel, y que Mary Ann Nichols fue –probablemente- la primera de ellas.

¿Fue obra de un perturbado mental? ¿Formaba todo parte de una conspiración, fríamente diseñada desde el propio Buckingham Palace?

Para los defensores de la teoría conspirativa –entre los que me cuento- Mary Ann Nichols estaba condenada a morir por saber demasiado, por haber visto y oído algo que podría haber puesto en apuros a la Corona.

Quizá ni eso. Tal vez esas indefensas mujeres fueron elegidas al azar. Las necesitaban para crear una cortina de humo, con la que ocultar el único crimen verdaderamente importante… el de la última víctima.

De ser ciertas mis sospechas, en las primeras horas del 9 de noviembre de 1888, mientras el príncipe de Gales celebraba su cumpleaños, acompañado de toda su familia, fuera de Londres -¿para tener una sólida coartada, tal vez?- una joven tenía que hacerle un muy especial regalo de cumpleaños, yendo a abortar, a la casa de Mary Jane Kelly, el hijo que de él estaba esperando.

Pero la cita de tal joven, sin ella saberlo, era con la muerte. Y no sólo le esperaba la muerte. Debería ser mutilada, despedazada, su rostro totalmente desfigurado, para que pudiera ser confundida con la inquilina de la vivienda.

¿Cómo justificar tales mutilaciones? ¿Se le ocurre a alguien mejor disculpa que atribuírselo a un demente que lleva noches atacando y mutilando a mujeres indefensas? De ser ésa la respuesta al enigma, la muerte de Mary Ann, como la de las siguientes víctimas, fue sólo la forma de preparar a la ciudad de Londres, para que, cuando apareciera el desfigurado cuerpo de mujer en casa de Mary Kelly, a nadie le llamara demasiado la atención. Ya estaban acostumbrados a que esas cosas ocurrieran con relativa frecuencia.

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